martes, 22 de diciembre de 2015

Perspectivas distintas sobre la peatonalización



“Caminar mirando de aparador en aparador 

es algo así como deambular de identidad potencial a identidad potencial”.

Williamson, 1986 [1]

Caminar representa para la humanidad sus raíces, marca la diferencia con otros seres porque nosotros andamos erguidos en dos pies por el mundo, por la ciudad, por las calles. Caminar representa la primera forma de llegar de un lugar a otro, nos proyecta toda una historia detrás de nosotros que nos recuerda ese gusto por migrar de un destino a otro y en un instante simplemente detenernos y elegir ese lugar que nos gustó para quedarnos.
Caminar representa nuestra evolución, nuestra vida diaria, nuestro ir y venir cada día de nuestra existencia. Caminar simboliza nuestro retorno a las raíces; curioso, que las raíces y los pies comienzan en el suelo, solo que las raíces no caminan. Eso es caminar.
Existen calles peatonales hechas con la mejor intención, pero el tiempo ha ido acabando con ese buen deseo y con ello los comercios locales que muchas veces muestran lo representativo de las tradiciones en la ciudad donde se encuentran. Caminar por una calle peatonal cualquiera y tropezar con que ahí donde estaba una librería ahora se encuentra un Wings Army, que a una cuadra de allí cerró un fotógrafo local para abrir otra franquicia. A unos metros había una nevería donde hacían la nieve en garrafas de metal y ahora está cerrado para darle paso a un Subway. Una mueblería local que cerró y en su lugar abrió un Sears, una tienda donde una señora vendía vestidos para las señoritas que iban a fiestas de quince años o a su graduación y en su lugar ahora se encuentra una franquicia de tés. Una peluquería también cerró y en su lugar abrió sus puertas un McDonald’s que sólo vende pequeños conos de insípida nieve. Aún sobreviven algunos negocios locales que tienen años en esa calle, pero nada muy distintivo de la pequeña ciudad donde se encuentra esa calle peatonal.
Se nota mucho la diferencia que hay entre caminar en calles así, que son idénticas a pasillos comerciales con tiendas que se pueden encontrar en cualquier otra ciudad, a por ejemplo las calles de Cholula, en Puebla, donde puedes entrar a una tienda donde encuentras los muchos dulces típicos que tiene la ciudad, o a un restaurante de comida típica, a una fonda de por ahí cerca; seguir caminando y llegar a pequeños comercios donde muestran sus artesanías hechas por los escultores de la ciudad.
O caminar por las calles de San Miguel de Allende que cierran el paso a los vehículos para darle preferencia a las personas que caminan por el centro, descubrir andando entre sus calles que en su inmensa mayoría se muestran cosas típicas del lugar, pequeños locales donde se pueden comprar puros hechos allí mismo; las iglesias antiguas, los hostales, las joyerías, caminar por la plaza y encontrarse con la bella fachada de su viejo mercado, llegar a otra iglesia y encontrarse en sus afueras a un vendedor de nieve de queso; entrar a comer a una pequeña fonda para descubrir en sus murales y en su decorado la historia taurina del lugar.
O caminar por las calles peatonales de León y encontrarse con una pequeña feria del libro, los hostales, las boticas, los restaurantes que tienen años asentados allí, las cantinas de más de un siglo, los niños jugando con el agua de la fuente de los leones, descubrir las placas conmemorativas que te cuentan la historia de la ciudad mientras caminas por ella, mirar y aprender su historia en sus edificios, concluir el día sentados a lado de una pareja de adultos mayores que alimentan las palomas que llegan volando a ellos mientras miran el atardecer.
Palacio Municipal de León, Guanajuato.
Palacio Municipal de León, Guanajuato.

No hace falta llenar nuestras calles de franquicias si nuestras tradiciones, artesanías, dulces y comida pueden enamorar al caminante de nuestra ciudad, motivarlo a explorar cada calle, contagiarlo de ganas de volver. Es gigante la brecha que existe entre estas diferentes visiones de las calles peatonales, entre caminar por calles al estilo de meros pasillos de centros comerciales de cualquier lugar, a caminar por la calle Hidalgo, Relox o Mesones en San Miguel de Allende; o Miguel Hidalgo, Francisco I. Madero o 5 de mayo en León, Guanajuato. Esa es la marcada diferencia entre ambas visiones de calles peatonales donde una denota una mayor perspectiva para obtener el mayor beneficio económico creando un pasillo comercial; mientras que la otra, nos muestra una perspectiva más social y más humana.

[1] Cornejo Portugal, Inés. (2007) El lugar de los encuentros: comunicación y cultura en un centro comercial. Universidad Iberoamericana; México, DF. Página 98.
Rocha Solis, Julio (2015) "Perspectivas distintas sobre la peatonalización." Animal Político. http://www.animalpolitico.com/blogueros-zoon-peaton/2015/11/11/perspectivas-distintas-sobre-la-peatonalizacion/

domingo, 14 de junio de 2015

My good fella

Martes, 02 de junio de 2015

“No te preocupes por mí, soy como los gatos y caigo de pie. Y no me duele cuando me hacen daño.”

Que difícil es decirle adiós a alguien que te ha acompañado a lo largo de tu vida por tanto tiempo. Gracias por todo, tal vez  nos veamos pronto. Le dije muy cerca de su oído para asegurarme que me escuchara, le abrace contra mi pecho y nuestras cabezas se juntaron. No le quería soltar, las lagrimas brotaron inevitablemente, su recorrido por el rostro hasta caer hasta su cuerpo; el llanto, la desesperación, los ojos ardiendo, las manos temblando. Miaw, e intentó ronronear para mí por última vez. Tomé sus patitas, miré sus ojos y miré en ellos felicidad y esperanza de estar en mis brazos. Miaw, nos dijimos adiós.

Quizá naciste un agosto del dos mil, junto a cuatro hermanos y tu mamá, pero decidí quedarme contigo. Uno de ellos idéntico a ti, pero él se fue, a quien sabe donde. Me encantaba como ronroneabas, más fuerte que cualquier otro que jamás haya escuchado y así mismo lo decían las demás personas que te escucharon. Tu mirada tranquila, tu paciencia, tu determinación. Tus peleas de joven, tus salidas a la calle, tus regresos herido y yo, curándote. Lo bueno de ti es que siempre te recuperabas rápido, como queriendo volver a luchar, como boxeador esperando el siguiente round y pegarle más duro al contrincante.

Engordaste tantísimo, como señor treintón. Y aún así seguías saliendo frecuentemente, te perdías durante días pero siempre regresabas como si nada. Dejabas el balcón lleno de plumas de las palomas que cazabas por las noches, a veces nos dejabas los restos de ellas en la puerta. A veces nos encontrábamos de regreso a casa. Tres, cuatro o cinco de la mañana y escuchaba tu miaw y yo volteaba con toda felicidad a buscarte entre los árboles, venias a mi corriendo para después abría la puerta y entrar juntos a la casa a comer algo. Te ibas por tus croquetas y yo al refrigerador a buscar que comer, terminábamos y nos íbamos al cuarto a dormir todo lo que se pudiera juntos. Brincabas con toda elegancia a la cama y comenzabas a ronronear tan fuerte como siempre, masajeabas con tus esponjosas y blancas patitas mi pecho y dabas cabezazos a mi cara para acariciarte más. Jamás dormiste junto a mi, ni en mis brazos, ni enrollado en el cuello, siempre buscabas tu propio espacio y así dormíamos por horas y horas sin parar hasta que uno de los dos –usualmente yo- decidía levantarse e ir a tomar y comer algo.

Te dejaba la luz prendida, la puerta del baño abierta… Que difícil es decirle adiós a alguien que ha estado tanto tiempo en tu vida, me acaba de pasar contigo. Hoy ya no estas bajo la mesa, junto a mis pies, ronroneando.

Sentí tu alivió cuando te tome en mis brazos, cuando te miré y chocamos nuestras cabezas. Sentí tu felicidad en tus mirada, cuando te levanté suavemente y te lleve conmigo. E intentaste ronronear por última vez. 

Lunes, 08 de junio de 2015

Eso de que te fueras sin más ni más me ha afectado hasta la médula. Mira que todo este tiempo me la he pasado dormido; comer, dormir, cenar, dormir, ad infinitum. A veces despertaba entre sueños, en medio de la madrugada escuchando tus miaws por debajo de la puerta. Eso que hacías para levantarme de la cama y darte de comer o solo para verme un rato y después irte a dormir.
Ya no te siento en mis pies cuando me siento a comer en la mesa, ya no tengo quien me acompañe a almorzar, a comer y a cenar. Ya no tengo quien me espere por las noches mirando por la ventana de la casa el momento justo en que llego. Ya no tengo con quien dormir hasta que el cuerpo duela, ni quien me arrulle por las noches con su ronroneo cerca de mi oído. Ya no tengo quien me contagie esa paz y tranquilidad que emanabas sentado en la ventana, mirando a lo lejos y esperando no sé que.

Domingo, 12 de junio de 2015.

Mira, que ni siquiera pude terminar de escribirte. Es tan doloroso.

domingo, 12 de abril de 2015

Treinta minutos

Algo sucedió que, después de treinta minutos de haberla conocido ella me besó como si fuera el amor de su vida.

Jamás la volví a ver...

martes, 24 de febrero de 2015

Le chat et l'innocent qu'a pensé endormir plus que le chat

Querer e incluso intentar ganar a un gato en una competencia de quien de los dos puede dormir más hasta el desfallecimiento ha sido una de las ocurrencias y locuras más absurdas que por mi vida he hecho. La sola idea de pensarlo o tener un plan y una estrategia bien planificada en la mente sobre tan tonto atrevimiento me ha hecho pecar de ingenuo y caer en cuenta de ello después de tan largas jornadas de competencia sin lograr siquiera acércame o moverle un pelo a lo que un gato puede dormir en un día cualquiera.

Lo miraba de reojo, lo miraba recostado, hecho bolita, con sus relucientes bigotes y sus pequeñas garras formando una equis para tapar sus ojos amarillos y el alucinante (y a la vez relajante) ronroneo en un constante y armónico ritmo. De vez en cuando algo nos hacía despertar al mismo tiempo y nuestras miradas se cruzaban tan solo para dar la vuelta y continuar la competencia sin darle mayor importancia al ruido que nos levantó de nuestro letargo.

A veces luchábamos espalda a espalda, garra contra mano, ronroneo contra ronquido (aun que por simple estética tenia todas las de perder contra su ronroneo y su manita afelpada con largas uñas). A veces nos encontrábamos al despertar, nos encontrábamos en los amaneceres, atardeceres, del crepúsculo al amanecer. Y fueron muchas las veces las que nos encontramos entre sueños, en casi todos ellos aunque no tengo la certeza de que un gato sueñe pero sí tengo la seguridad de que puedo soñar con él, con sus maullidos, su mirada, su cola moviéndose, su particular forma de pedirme las cosas y ese ronroneo que simplemente hechiza.

Intentar querer ganar a mi gato a dormir fue absurdo, ingenuo y aun así a sido una de las cosas que más me ha gustado porque, de una manera casi inexplicable, logramos compartir los sueños.

sábado, 14 de febrero de 2015

Les Petits Chats

Existimos personas que compartimos la peculiar personalidad de los gatos. Esos leones, tigres o panteras en miniatura, ronroneadoras, de ojos de colores (en azul, verde, amarillo, café o heterocromaticos) con su muy singular idioma de miau-miau y que se escabullen por el más mínimo espacio.
Existimos personas demasiado independientes, de esas que no necesitan de nadie; que si estás, bien y si no, también. Que nos sentimos que pertenecemos al mundo entero y no tan solo a un territorio demasiado limitado llamado casa, familia, amigos, sociedad. Que venimos cuando queremos y nos vamos cuando así lo hemos decidido, ¿Volver? Quizá, pero no esperes de pie.
Y aun así, existen otras muchas personas enamoradas de nosotros, de nuestra personalidad misteriosa, agradable pero con ese toque de “no te necesito” que los hace entrar en la desesperación de no poder tenernos para siempre. Nos quieren capturar y tenernos en cautiverio, engordarnos y ponernos un gran cascabel dorado con un collar rojo para al fin saber por donde andamos y hacia donde nos dirigimos. Y le quitan todo el encanto a nuestra personalidad, a nuestra forma natural de ser y no entienden que no somos ni nos parecemos al pequeño zorro del Principito que anhelaba ser domesticado por él. j
Te perteneceremos, cuando así lo hayamos decidido, y será para siempre, mucho más allá de lo que hubieras creído. Miau-miau…


j  “- Qu'est-ce que signifie "apprivoiser" ?  - C'est une chose trop oubliée, dit le renard. Ça signifie "créer des liens..." - Créer des liens ? - Bien sûr, dit le renard. Tu n'es encore pour moi qu'un petit garçon tout semblable à cent mille petits garçons. Et je n'ai pas besoin de toi. Et tu n'as pas besoin de moi non plus. Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde... - Je commence à comprendre, dit le petit prince. Il y a une fleur... je crois qu'elle m'a apprivoisé...” Antoine de Saint-Exupéry. (1999). Le Petit Prince. France: Éditions Gallimard. P. 71

sábado, 7 de febrero de 2015

Profecías

Recuerdo cuando leí por primera vez a Octavio Paz con su libro “El Laberinto de Soledad” y todo aquello que me dejó. Es un libro que he podido leer y releer tantas veces que cada vez que lo hago encuentro algo nuevo o lo siento de una manera distinta a la primera, segunda, tercera y etece vez que lo he leído. Especialmente, me a marcado la existencia una frase que se encuentra al principio de este: “Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguien muere de muerte violenta, solemos decir “se lo buscó.” Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace. Muerte de cristiano o muerte de perro son maneras de morir que reflejan maneras de vivir. Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamenta: hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como vivimos es porque no fue nuestra la vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quien eres.” [1]

Inherentemente e interiormente adapté todo esto hacia mi, simulando abrazar toda esa tesis como una forma creacionista divina de mi propio ser, adoptandola a mi propia perspectiva sobre la vida y sobre la muerte donde pudiera plenamente identificarme con ella y hacerla mía totalmente de tal manera que influyera a posteridad.

Para mi resultaría incongruente creer en un destino donde moriremos como hemos vivido porque no creo en lo más mínimo en el destino. Creo románticamente en una forma de vida en la cual poder ir y venir de donde queramos, a base de decisiones que van influyendo a posteridad en ella y que relativamente nos llevara a un fin pudiera decirse, alternativo (como unos dados que están a punto de caer en una mesa para dictar un número).[2] Pero, ¿Por qué no explorar ésta pequeña posibilidad sobre la existencia de un guión sobre nuestras vidas maquilado por un ser supremo desde los cielos y del cual no nos podemos salir aunque lo intentemos mil veces?

(Como ecuación matemática mortal donde me han dicho que, a la edad que te conocí debo dividirla en dos y al resultado sumarlo a la edad que tenia cuando me enamoré de ti, cuando cada vez que te veía el corazón latía tan rápido, tan fuerte. Del ritual eso fue lo que obtuve, una fecha que simplemente me ha sentenciado a muerte.)

Y así es como me he pasado la vida queriéndote día tras día sin olvidarte uno solo de ellos, cumpliendo la condena, viviendo intensamente buscando y creyendo que no es cierto pero cada día que pasa pareciera que se confirma. ¿Es una historia trágica no? Al menos lo es para mí.




[1] Octavio Paz. (2008). El Laberinto de la Soledad. Madrid, España: Editorial Catedra Letras Hispánicas. 14a edición. Pág. 189
[2] Parece que la definición de la libertad que he dado suena a mero sinónimo del destino al que tanto reprocho y pataleo. Quizá, en este momento entiendo que van de la mano, que son como un yin y un yan que se conjugan para hacer un solo factor esencial de la vida para elaborar algo mucho más complejo que simples definiciones.

domingo, 1 de febrero de 2015

De ella y de ti

Conocí a alguien idéntica a ti. Lo mismos ojos, los mismos labios, el mismo color de piel. La misma manera de mirar, la misma manera de sonreír, incluso hasta el mismo color de cabello.
La veía y creía que eras tú, no podía (ni quería) dejar de mirarla y ella bailaba frente a mi con una bella sonrisa en su rostro que me hacia recordar cada ocasión en que te vi sonreír.
Jamás le pregunté su nombre, tampoco platiqué con ella. Solo me dediqué a mirarla y contemplar esa extraña y exacta similitud entre tú y ella. Quería no verla pero no podía, era magnética y lo mágico de su bailar me atraía constantemente a ella.

Pero no eras tú, no son tus labios rojos, no son tus ojos de café, no es tu cabello oscuro, no es tu blanca piel ni tus lunares ni cicatrices. No es tu sonrisa, no es tu mirada y ni siquiera me miraba como tú lo haces.

(Supongo que así es como se dice "te extraño.")

sábado, 17 de enero de 2015

De tu nombre, tus canciones y esos momentos

"Mejor, ya no digo tu nombre." Dice esa canción pero, ¿Cómo evitar decirlo si me lo encuentro en cada lugar que visito, cada periódico que leo, cada libro que reviso, cada recuerdo que me llega de esos momento que vivimos juntos y que no quiero de ninguna forma olvidar? ¿Es mejor no decir tu nombre? Porque para mi resulta aun hermoso pronunciarlo letra por letra, cada una de sus silabas que le componen y que por cada una de ellas que sale de mi boca y evoca un momento de ti, una sonrisa de ti, algo de ti que tanto quiero.

He comenzado a extrañarte. He comenzado a extrañarte y no tienes idea cuanto, no tienes idea de lo mucho que quiero verte de nuevo, escuchar tu voz, mirarte a los ojos, caminar de nuevo junto a ti. Me di cuenta hace un instante, en ese momento en el que puse a cargar mi teléfono y revisaba los mensajes. Y allí estabas, tan blanca, tan linda y yo releyendo lo que te había enviado algunas horas antes.

He comenzado a extrañarte… y no sabes cuanto.


(Las canciones que me recuerdan a ti son las que más me duelen y no habrá momento en mi vida en que haga lo necesario para que no me hagan recordarte, porque no sabes cuanto te he querido)