Soy de aquellos que creen que, la música debe de
resonar hasta los tímpanos con una claridad que haga distinguir hasta a la más
diminuta nota musical.
De aquellos que creen, que ese retumbar en los tímpanos
tiene que llegar hasta el mismo cerebro para que se ericen los bellos de la
piel, se haga un nudo en la garganta y los ojos sientan la necesidad de sacar
lagrimas de emoción… o de tristeza.
Que la boca sienta ganas de cantar, de
gritar descontroladamente.
Que la música no pare, pues.