Te escribí cien páginas con todo lo que no te pude decir... y ni
siquiera sé si las vayas a leer. Me pasó anoche por la cabeza, mil ideas de ti,
como balas de cuarenta y cinco perforando mi cráneo. Sangre a borbotones, tan
tibia, tan roja, tan imaginaria. Si escribiera todos mis encuentros, todas
mis fatalidades, todas aquellas veces en que intenté y logré morir. Si me
arrojase al precipicio, si viajará a Betelgeuse y de allí a Ανταρης, Ya no hubo en nosotros más
(mas) que decir, basta.
¿Qué tengo que decirte? Que desde la primera y última vez que te vi no te
he superado. Que te extraño a cada instante, a cada minuto y a cada segundo,
que me haces falta en cada uno de ellos. Que respirar no me es suficiente si
sigues ausente de mí día a día. Que las noches ya no son noches, ni los días,
días. Que extraño tus labios, tus besos, tu voz, tu cabello entre mis dedos, tu
calor junto al mío. Tu solo amor.
¿Qué tengo que decirte? Que odio los lunes por la mañana igual que los
viernes por la noche y los domingos por la tarde. Odio el vacío que existe. Odio
el sabor a sal del mar. Odio el sonido del refrigerador por las noches pero
también odio la ausencia de sonidos, ese silencio que me asalta. Odio ésta vida
que pasa y que siento se escurre por entre mis dedos como arena. Odio la
soledad a pesar de estar rodeado de personas siempre. Odio al mismo cielo
porque dicen que allí se va después de morir. Odio a los que mueren sin causa
pero más a los que mueren sin convicción. Odio la justicia porque es
imaginaria. Odio la amargura de un café que no me has preparado alguna mañana. Odio
la corbata roja que no me has anudado con un beso tuyo al final. Odio tus reminiscencias.
Odio los besos que no me has dado. Odio los desvelos que me causas. Odio tus
ausencias, tus reborujos, tus trabalenguas y hasta tus mismos caprichos.
Así como el frío y el calor son lo mismo, el amor y el odio también. Ergo,
te odio y viceversa.
P.D. Por un sólo segundo, tan sólo por uno sólo,
me gustaría dejar de pensar.