Martes,
02 de junio de 2015
“No te preocupes por mí, soy como
los gatos y caigo de pie. Y no me duele cuando me hacen daño.”
Quizá
naciste un agosto del dos mil, junto a cuatro hermanos y tu mamá, pero decidí
quedarme contigo. Uno de ellos idéntico a ti, pero él se fue, a quien sabe
donde. Me encantaba como ronroneabas, más fuerte que cualquier otro que jamás
haya escuchado y así mismo lo decían las demás personas que te escucharon. Tu
mirada tranquila, tu paciencia, tu determinación. Tus peleas de joven, tus
salidas a la calle, tus regresos herido y yo, curándote. Lo bueno de ti es que
siempre te recuperabas rápido, como queriendo volver a luchar, como boxeador
esperando el siguiente round y pegarle más duro al contrincante.
Engordaste tantísimo, como señor treintón. Y aún así seguías saliendo frecuentemente, te perdías durante días pero siempre regresabas como si nada. Dejabas el balcón
lleno de plumas de las palomas que cazabas por las noches, a veces nos dejabas
los restos de ellas en la puerta. A veces nos encontrábamos de regreso a casa.
Tres, cuatro o cinco de la mañana y escuchaba tu miaw y yo volteaba con toda
felicidad a buscarte entre los árboles, venias a mi corriendo para después abría la puerta y entrar juntos a la casa a comer algo. Te ibas por tus
croquetas y yo al refrigerador a buscar que comer, terminábamos y nos íbamos al
cuarto a dormir todo lo que se pudiera juntos. Brincabas con toda elegancia a
la cama y comenzabas a ronronear tan fuerte como siempre, masajeabas con tus
esponjosas y blancas patitas mi pecho y dabas cabezazos a mi cara para acariciarte más. Jamás dormiste junto a mi, ni en mis brazos, ni enrollado en
el cuello, siempre buscabas tu propio espacio y así dormíamos por horas y horas
sin parar hasta que uno de los dos –usualmente yo- decidía levantarse e ir a tomar y comer algo.
Te
dejaba la luz prendida, la puerta del baño abierta… Que difícil es decirle adiós a alguien que ha estado tanto tiempo en tu vida, me
acaba de pasar contigo. Hoy ya no estas bajo la mesa, junto a mis pies,
ronroneando.
Sentí tu
alivió cuando te tome en mis brazos, cuando te miré y chocamos nuestras
cabezas. Sentí tu felicidad en tus mirada, cuando te levanté suavemente y te lleve conmigo. E intentaste ronronear por última vez.
Lunes,
08 de junio de 2015
Eso de
que te fueras sin más ni más me ha afectado hasta la médula. Mira que todo este
tiempo me la he pasado dormido; comer, dormir, cenar, dormir, ad infinitum. A
veces despertaba entre sueños, en medio de la madrugada escuchando tus miaws
por debajo de la puerta. Eso que hacías para levantarme de la cama y darte de
comer o solo para verme un rato y después irte a dormir.
Ya no te siento en mis
pies cuando me siento a comer en la mesa, ya no tengo quien me acompañe a
almorzar, a comer y a cenar. Ya no tengo quien me espere por las noches mirando
por la ventana de la casa el momento justo en que llego. Ya no tengo con quien
dormir hasta que el cuerpo duela, ni quien me arrulle por las noches con su
ronroneo cerca de mi oído. Ya no tengo quien me contagie esa paz y tranquilidad
que emanabas sentado en la ventana, mirando a lo lejos y esperando no sé que.Domingo, 12 de junio de 2015.
Mira, que ni siquiera pude terminar de escribirte. Es tan doloroso.