(Comencé el 29 de enero a las 2:30 am)
Cierta vez, en un instante de la vida que se vuelve placentero me contaron una historia que no logro comprender del todo aun. En el momento en el que me la contaron quede atónito, pues no sabia si me trataban de decir algo por medio de la historia pero, con el transcurrir de los años aquella persona que estimo mucho me confeso que todo cuando me había dicho aquella ocasión era verdad y que no me atreviera a dudar tan siquiera un poco, de cada una de las palabras que salieron por su boca. Siempre me sorprendía de cierta manera cada vez que me hablaba, como las cobras que salen del canasto cuando el encantador hace sonar su flauta, bailan hipnotizadas sin detenerse, como si la música fuera una fuerte droga que les hace vibrar su interior hasta quedar fuera de si. Volveré a narrar lo que aquella vez escuche con tanta atención y que me dejo embobado por largo tiempo.
Cierta vez, en un instante de la vida que se vuelve placentero me contaron una historia que no logro comprender del todo aun. En el momento en el que me la contaron quede atónito, pues no sabia si me trataban de decir algo por medio de la historia pero, con el transcurrir de los años aquella persona que estimo mucho me confeso que todo cuando me había dicho aquella ocasión era verdad y que no me atreviera a dudar tan siquiera un poco, de cada una de las palabras que salieron por su boca. Siempre me sorprendía de cierta manera cada vez que me hablaba, como las cobras que salen del canasto cuando el encantador hace sonar su flauta, bailan hipnotizadas sin detenerse, como si la música fuera una fuerte droga que les hace vibrar su interior hasta quedar fuera de si. Volveré a narrar lo que aquella vez escuche con tanta atención y que me dejo embobado por largo tiempo.
Corrían los años 50's, ni eran principios de la década, ni mucho menos iba a terminar, era el punto exacto en el que debía de estar situado todo. Sucedió en un lugar remoto, sin nombre ni importancia por saberlo -que no les invada la curiosidad, ni siquiera en el mapa se observa su existencia. Era una casa en una pradera, de color azul cielo algo desgastado, pequeña pero lo suficientemente grande para que una sola persona se sintiera cómoda de vivir allí. El dueño la había diseñado de tal manera que por la ventana de su habitación se veía el sol nacer y a la entrada de su casa lograba ver todos los días los atardeceres. Es por eso que puso en ese lugar una mesedora donde poder fumar y tomar su taza de café mientras veía con asombro -era un evento al que nunca dejo de asistir desde que comenzo a vivir ahí- como el sol se marchaba.
Frente a esa misma entrada por donde se marcha el sol, existía una gran pradera donde su perro corría libremente sin dar señales de cansancio. Era un perro demasiado loco, lleno de energía aun que de avanzada edad también, blanco completamente y como todos ellos, ciegamente fieles a sus amos, dispuestos a dar la vida sin pensarlo un solo instante. Más allá de la pradera se encontraba un bosque de pinos enorme, donde en ocasiones salían juntos a cazar pues había bastantes tipos de animales ahí habitando. El dueño de la propiedad se encontraba en una edad avanzada y a pesar de ello, seguía teniendo la fuerza de una persona de 30 años; las arrugas de su rostro eran señal de como el tiempo paso por encima de él, su cabello blanco y corto y su carácter como la de una persona que siempre estuvo sola.
Ese hombre al que pareciera que nunca tuvo alguien a quien querer, tenía algo muy preciado al norte de su pequeña casa. Que lo observaba con un cariño tan inexplicable cada vez que desayunaba, comía y cenaba desde la ventana que estaba frente a su mesa. Era un pequeño granero -casi igual de pequeño que su casa- que le traía los mejores recuerdos de su vida. Incluso había veces en que sus ojos se humedecian casi haciéndole llorar, lo que no pasaba pues el era fuerte y, ni siquiera sabiendo que nadie lo observaba se atrevía a derramar lágrimas por lo que alguna vez fue. Aquel pequeño granero se encontraba a escasos 30 o 40 metros de la casa, descuidado pues ya no había cosecha que guardar, ya era demasiado viejo para poder cultivar el solo, la puerta caída, la pintura carcomida por el sol y un rehilete que ya no giraba con nada.
Ese señor que se sentía más fuerte que un roble, inquebrantable; todos los días antes de dormir se conducía a una habitación que se encontraba a un lado de la suya, abría poco a poco la puerta cuidadosamente -como si alguien estuviera durmiendo ahí- y decía casi susurrando "Buenas noches, que descanses". Pero las palabras no llegaban a nadie, no había quien las escuchara y tan solo el viento se encargaba de llevárselas lejos.
Perdi el hilo de lo que estaba escribiendo además de que me di cuenta que así queda bien escrito y añadiendo la flojera que me da terminarle.)
(29 de enero de 2011. 4:00 am.
Me detengo para dormir un rato, logre escribir 595 palabras en 1:30 min. Ya tenia escrito el final pero creo que lo cambiare, no me gusta mucho como queda. Mañana continuare.)
(1 de febrero de 2011. 17:44 pm. Me detengo para dormir un rato, logre escribir 595 palabras en 1:30 min. Ya tenia escrito el final pero creo que lo cambiare, no me gusta mucho como queda. Mañana continuare.)
Perdi el hilo de lo que estaba escribiendo además de que me di cuenta que así queda bien escrito y añadiendo la flojera que me da terminarle.)