Viernes, 29 de marzo de 2013.
Una vez le pregunte a
mi padre, de esas dudas que siempre surgen en cualquier momento y que tenemos
de pequeños, si alguna vez llegamos a terminar de conocer a las personas. Me
dio un rotundo “no” y como la figura más
respetable y patriarcal en mi vida le creí sin vacilación, sin juzgar pero teniendo
por delante otra pregunta, ¿Por qué?
Desde entonces me
dedique a intentar conocer en la mayor medida que se pudiera a las personas que
me rodeaban, desde sus aficiones, sus intereses, sus disgustos, lo que les hace
feliz, lo que les pone tristes; me tope entonces con que, en un mundo lleno de
personas nunca iba a terminar de conocer a cada una y a la vez teniendo estas
cierto grado de raciocinio, tienden a cambiar conforme a las diferentes
circunstancias que van viviendo, sufriendo, pasando. Confirme entonces que, la
tesis de mi padre era (es) cierta.
Nunca terminaré de conocer a las personas.
Pase entonces, a
conocerme -sin el 'a mi mismo' para evitar la redundancia- y saber el porque
hago, digo, pienso, actuó, reacciono de tales o cuales formas ante las
adversidades, oportunidades y situaciones diferentes. A conocerme por fuera y
mucho más importante para mi, por dentro. La eterna pregunta, ¿Por qué? Y con
ella de la mano supe muchas cosas de mí hasta llegar a un punto en que supe más
de lo que debía.
Tal vez debiera
confesar que me dio mucho miedo saber tanto, hasta el punto en que no puedo
soportarlo, que no quiero –a veces-
enfrentarlo, pero algo pasa siempre por la mente que reúno lo que me hace
falta, llámele valor, coraje, templanza, fortaleza, etcétera; como los
caballeros de los cuentos que se colocan su armadura, se ajustan a su cinturón una
espada reluciente con incrustaciones de oro y piedras preciosas en su también lujosa
vaina, montan su caballo blanco –por eso
de que este color representa la pureza y la nobleza- y, a pesar de todo el
miedo que les invade por dentro van en busca de su dragón, a enfrentarle o
morir en el intento. Es una bonita metáfora sobre el ser humano enfrentando sus
miedos, sus retos y su zona de comodidad (o
confort si usted le conoce por ese nombre).
Quizá después de
llegar a este lugar nacieron otras tantas cosas y costumbres que antes no
estaban, quizá desde ahí es un nuevo punto de partida en mi vida. Un ciclo
nuevo, así le dicen las personas hoy en día, ciclos. Me imagino un gran circulo
con más círculos en su interior y otros más en su exterior y a la vez, estos
mismo círculos emulando al más grande, con círculos dentro y fuera de ellos.
Una cadena interminable, infinita, mágica… cósmica.
Te preguntas tantas
cosas a lo largo de la vida que pocas veces te das cuenta si es de verdad
importante saber la respuesta. A veces no la hay, a veces la descubres, a veces
llega como si algo o alguien hubiera enviado el mensaje, algo divino dirán.
Simplemente creo que siempre estuvo ahí y solo hasta ese momento nos dimos
cuenta de que ahí estaba para nosotros.
Conocerse es una de
las tareas más difíciles que se puedan emprender en la vida, te puedes llevar
muchas sorpresas, muchos desafíos, muchas… decepciones. Decían los antiguos que
todo el conocimiento se encuentra dentro de nosotros, solo hay que saber llegar
a el, haciéndonos las preguntas correctas. Mayéutica
le decían y con ella fue como supe tanto de mi, pero la use antes de saber su
nombre, lo que era y de donde venia; así, como decían los antiguos, un
conocimiento que ya sabia. Tal vez aquí compruebo que la tesis de los antiguos
es cierta.
"¿Tiene corazón este camino?" es la
pregunta que le hace Don Juan a Carlos Castaneda en un libro que escribió este
último titulado “Las enseñanzas de don
Juan.” Un libro que hace poco leí pero del que ya sabia de su existencia
solo que por “x” o “y” no lo había leído. Siempre he pensado
que las cosas llegan a su debido tiempo, igual que este libro llego a mí.
“¿Tiene
corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún
camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace
gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir
tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.” Castaneda,
Carlos. “Las enseñanzas de don Juan: Una forma yaqui de conocimiento.” 2da.
Edición. Fondo de Cultura Económico. México: 2000.
El conocerse implica
llegar a callejones que parecen no tener ninguna salida, preguntas sin
respuestas, dudas que parecen interminables. Es entonces cuando hay que
preguntarse si lo que hacemos es de verdad lo que queremos. Es ese mismo momento
en el que recuerdo a Don Juan y su enseñanza. ¿Tiene corazón tu camino?