Pensando en las fatalidades y en los desencuentros llegó a mi un recuerdo.
Una noche en el centro de Querétaro, alrededor de las 2 o 3 de la mañana, llegué a una cantina de esas a las que nadie nunca piensa, ni quiere llegar y me encontré con un mariachi y está canción. Traje negro, camisa blanca, corbata negra, mancuernillas de color turquesa, no encajaba en el lugar eso es cierto pero algo me invadió y pedí tequila y una corona. En esa cantina conocí su música y de allí al José Alfredo. Lo ridículo de esto es que es que no salí corriendo ni pregunté a nadie por tu vida, no grite por tu maldito amor, que la diferencia era mucha y que sigues siendo ajena. 
Fui un payaso, que hubiera querido ser almohada. No me las sabia todas y cuando sonó aun que no sea conmigo, ni una palabra salió.
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