miércoles, 17 de agosto de 2011

De la luna a tu interior.

Hoy escribo con tinta azul fuerte sobre una hoja blanca que no existe en ningún lado, al menos así lo imagino y ojala y usted también. Comenzare aludiendo sobre alguna de las vastas historias que pudiera vivir cualquier persona en su propio mundo.

Como director de orquesta, pongo orden a mis ideas, marco el compás y que se inunde la tierra de notas musicales; todas ellas presentes. De esas ocasiones en que todo inicia en la luna, ese satélite natural que se encuentra lejano, lleno de cráteres de tamaños diferentes. [Suena Mozart y su Concerto kv de fondo].

Me encuentro en tu lado más oscuro, y no quiero irme de aquí, por que me siento como en casa. Seré tu conejo, aquel que resguarde tu lado desconocido, el que conozca tus más íntimos secretos, el que haga volar tu imaginación. ¿Sientes en tu piel marcada, como brincoteo por ella al ritmo de mi canción? [Suena Paganini Caprice No. 17].

Desollame, desnúdame, desgárrame tiernamente la piel con tus afiladas uñas, escucha como susurro en tu oído cada uno de mis quejidos que provocan tus rasguños, divídeme en miles hasta quedar en polvo sobre tu mesa. Aspírame vilmente y así poder multiplicarme en tu sangre por siempre.

Mude a ti por siempre, mi recuerdo allí nadando en todo tu interior intacto, donde nadie más podrá estar. Que se acabe el mundo, que se terminen las palabras, que se detenga el tiempo y las estaciones pero yo seguiré aquí, recorriéndote toda por la eternidad. En cada amanecer, en cada anochecer. Que el invierno nos mate, que nos lleve al infierno, que nos cuelguen por el cuello en un árbol muerto hasta quedar en los huesos.

Desperté, no era invierno aun; es un verano cualquiera sin ti aquí cerca. [Sonó Vivaldi con Winter].

1 comentario:

B. Sedgwick dijo...

me encanto