lunes, 20 de junio de 2011

Una vejez en juventud.

Apenas y si hace unos instantes fue cuando comencé a pensar en estos detalles que nos da la vida, en lo viejo que uno se siente cuando mira a las nuevas generaciones hacer lo mismo que hace unos años también hicimos, esos chiquillos gritones, sudorosos, que no se dejan de mover en ningún momento. Que viven, ríen, sueñan, juegan, bailan y quieren como si fuera el ultimo instante en que lo pudieran hacer. No se detienen a pensar en el mañana aun, no tienen tiempo para eso, por que sienten que la vida se les puede ir en un rato.

Apenas hoy me di cuenta de todas aquellas cosas que tenia como las máximas expresiones de encontrarse en la plenitud de la juventud. Una guitarra eléctrica, las uñas pintadas de negro, collares artesanales, pulceras y una chica de la cual estar enamorado. Escuchar en boca de ellos los nombres de grupos que escuchabas en la adolescencia (Korn, Nirvana, Metallica, Slipknot, etc) te hace sentir como si brotaran canas de repente y una melancolía extraña por el tiempo pasado.

Mira los, mira los como corren desenfrenados; como corren bajo la lluvia sin temor alguno a enfermarse, desobedeciendo las advertencias de sus padres. Mira los como se arrojan agua de la fuente, sin importarles que un perro nado allí antes, simplemente ríen, se mojan y tratan de mojar al contrincante. Tan solo en pensar en realizar alguna de esas cosas en este tiempo hace que me arda el pecho pero no de pasión, si no del cansancio de toser tanto cuando me encuentre tirado en la cama, agonizando enfermo.

Apenas hace unos días miraba con cierta incredulidad como se graduaban algunos chiquillos de secundaria, les miraba y recordaba cuando pase por esa misma etapa de la vida. Mis padres mirando orgullosos desde las gradas la ceremonia. Fue como viajar en el tiempo, me vi proyectado en ellos inevitablemente. Pero después volví a lo que soy ahora y comencé a pensar detenidamente en todo lo he logrado avanzar, a pasos pequeños pero seguros.

No niego que me gustaría volver a aquellos gloriosos años en que las desveladas no me hacían nada, cuando podía correr por horas y fumar terminando, cuando decir soy menor de edad atemorizaba a los policías, cuando podía irme a mi casa caminando sin parar, cuando las noches terminaban en una locura extraña como de película Holliwoodense.

Nada como detenerse un poco a mirar el camino recorrido, sonreír por todos los logros y después tan solo continuar.

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